El
próximo día 24 de Mayo, día de elecciones políticas, debe ser un fiesta para
todas las clases medias, parados y excluidos, pensionistas, sanitarios, educadores,
jóvenes sin futuro, asociaciones vecinales preocupadas por sus barrios y
deportivas, ONGs, para volcarnos masivamente y apoyar un proyecto de izquierdas,
sin ambigüedades, que tenga personalidad propia en el que sus programas de
trabajos priorice a las personas, a los colectivos, zonas industriales y el
comercio, comprometiéndolos con la sociedad como parte importante e
imprescindible para recomponer esta quiebra social, cuyo sello personal sea el
diálogo, la transparencia y la participación.
Claro
está, que cada cual debe votar lo que sus conciencias les dicten según su
perspectiva o la lucidez de su propio mundo mental, sin embargo este ciudadano,
como otros muchos, jamás podrían imaginar a Luther King, Gandhi o Nelson Mandela,
haciendo cola para votar por sus opresores.
Por
ello, ese día tenemos el deber de volcar toda nuestra impotencia, vergüenza y
el insulto que hemos recibido de este
gobierno, a cuatro bandas, que nos han tratado como si fuésemos la suma de sus
recursos para satisfacer sus disparatadas políticas, que nos han venido
acogotando con impuestos que en ocasiones ni siquiera hemos podido afrontar,
incluso para aquellas personas que ni siquiera tienen un trabajo, no ya digno, en
la que una parte de la sociedad ha quedado atrás, cuyos dramas no se van a
solucionar en lo inmediato, alejándolos de la cohesión social.
Es
ese día, de las elecciones municipales, insulares y comunidades autónomas,
cuando debemos poner de manifiesto nuestras energías y participación ciudadana para
llenar las urnas de votos que miren para las personas, que han sido abandonadas
a su suerte, porque es el único camino que tenemos para cambiar el semblante de
este municipio, la industria, el comercio, las familias y la pobreza, a pesar
de la deuda que mantiene y que tendremos que ir abonando anualmente.
En
la mayoría de los países del mundo se considera que votar es un derecho, un
compromiso cívico de la ciudadanía. Sin embargo en algunos países votar no es
un derecho sino una obligación, países cercanos con obligatoriedad para votar
los tenemos en Bélgica o Italia además de otros. En
España es un derecho pero no una obligación, por lo tanto se hace difícil
entender que alguien pueda criticar, a ningún gobierno, si antes se abstuvo
para cambiar aquello que pudo y no hizo, con su propio derecho.
Debemos
votar masivamente para cambiar la situación que objetivamente hemos vivimos,
cada día, durante estos últimos cuatro años y porque debemos asumir como
obligación el compromiso por apostar firme y activamente para que nos gobiernen partidos políticos austeros, eficientes,
productivos y de
izquierdas que recomponga el desbarajuste que existe en la institución
municipal, la falta de criterios generales, la falta de transparencia y de
gestión que padece la institución, para que recobre el prestigio social, así
como la seguridad jurídica y disciplinaria como le corresponde a una ciudad
centenaria como esta.
Que
apueste por las tecnologías, por las energías renovables, por el reciclaje y el
medio ambiente, por mancomunar determinados servicios básicos, por recuperar
otros servicios públicos para los trabajadores municipales, por fusionar las
distintas empresas municipales y queden bajo el control democrático del Pleno
municipal y para que en un plazo determinado puedan ser absorbidas por los
propios funcionarios municipales. En una palabra que nos acerque al siglo XXI.
Los que mienten no deben estar en las instituciones.
También
hemos podido visualizar que la situación creada parece que no es un problema de
los partidos políticos y sus dirigentes, así mientras son capaces de llevarnos al
desastre económico, ante la Ley son menores de edad porque no responden de su
mala gestión con su patrimonio, esa es la consecuencia por la que se reparte su mala gestión a
través de la subidas de impuestos a toda la sociedad con trabajo, o sin él
siempre y cuando pueda tener alguna propiedad que se pueda embargar.
Tal
es así, que encima de aplicarle unos impuestos desorbitados, aunque no tengan
recursos económicos, se podría encontrar con que además pueda perder su
propiedad, subastada, porque no pueda abonar sus impuestos, según la propia ley
que ellos mismos han legislado. Alguien dijo que la memoria colectiva es más la
suma de los olvidos, que la suma de los recuerdos, pues éstos, son el resultado
de una elaboración individual, en tanto que aquéllos tienen en común el haber
sido olvidados. Por lo tanto se puede decir que la sociedad se encuentra más
unida por sus olvidos que por sus recuerdos.
VOTAR,
sólo nos cuesta unos minutos de nuestro tiempo pero, lo debemos hacer con la
conciencia de haber cumplido democráticamente como la obligación de cualquier
ciudadano, consciente de que es el único camino que tenemos para cambiar
socialmente aquello que no nos agrada como ciudadanos y así evitar el recurso a
quejarnos sin argumentos durante los próximos cuatro años. Luego nos queda el resto
del tiempo para disfrutar del día; playa, campo u otra actividad que
consideremos personalmente.
La
corresponsabilidad es el pilar donde se asienta la gobernanza. Dos acepciones
del término responsabilidad, sobre las que existe acuerdo general, generan distintos
significados en la gobernanza. Una responsabilidad es la obligación de
responder por acciones u omisiones y aquí la respuesta frecuentemente se da
frente a una autoridad. La otra responsabilidad es el reconocimiento de que,
para lograr ciertos propósitos, la parte interesada, en este caso los
ciudadanos, debemos actuar por sí mismos antes que esperar que otros lo hagan
por nosotros, es lo que se entiende como
asumir las responsabilidades. Por lo tanto un demócrata no
debe encogerse de hombros o lavarse las manos en la política y delegar sus
derechos en la voluntad mayoritaria, tenemos la obligación de involucrarnos y
tomar partido por aquellos ideales que defendamos. Eso es responsabilidad
social.
A
propósito de asumir nuestras responsabilidades, decía el Nobel de literatura y
altavoz de los más necesitados José Saramago, “somos la memoria que tenemos
y la responsabilidad que asumimos, sin memoria no existimos y sin
responsabilidad quizá no merezcamos existir”.