La falta de
mayorías absolutas va a ser un hecho en la próxima década, por la dispersión
del voto el próximo veinticuatro de mayo hacia nuevas formaciones políticas,
por el desapego de la sociedad hacia los partidos tradicionales que lejos de administrar
el poder delegado de los ciudadanos en las urnas, han empleado las mayorías políticas
gobernantes, para realizar o ejecutar a su antojo los intereses que las
estructuras orgánicas política imponían, utilizando los instrumentos de la
propia administración para llegar a este estado de degradación política,
económica y consecuentemente social.
De ahí el hartazgo ciudadano y la
aparición de nuevas organizaciones políticas que siempre son importantes en una
democracia representativa, aunque el verdadero problema lo tenemos en una ley
electoral injusta, desproporcionada y cerrada.
De igual modo, las
organizaciones políticas aún sin mayorías absolutas han buscado los apoyos
necesarios, de acuerdo con la ley electoral, como para que distintos grupos
políticos hayan buscado la misma mayoría para conseguir los mismos intereses
que proporciona el poder como único fin. Así hemos podido ver lo fácil que ha
sido, para estos grupos, ponerse de común acuerdo aún de signos aparentemente
distintos entre sí porque lo importante eran sus cambalaches, no así el
programa social y económico en torno al cual formar gobierno que ayude a
cambiar o mejorar la ciudad, donde cada grupo podía desde sus parcelas de poder
atender a sus propios intereses de partido. De ahí que hayamos podido visualizar
como el transfuguismo político y los grupos que les acogen así como los
imputados por los jueces de instrucción hayan venido ejerciendo sus funciones como
si esa actitud fuese lo normal en un estado democrático y todo ello por la
falta de ideales y ética política de las distintas organizaciones políticas por
las que se presentan y que han venido desarrollando una labor burocratizada,
especulativa, defensoras del liberalismo, la mercadotecnia y de intereses muy
personalizados.
De ahí se colige, o
mejor, se concluye la generación de la deuda en todas las administraciones públicas
o las derivadas de las Cajas de ahorros al servicio de estos. Claro que esta situación ha sido como
consecuencia de la tolerancia o mejor desvinculación de los ciudadanos para
dejar en manos de los políticos y sus formaciones, las decisiones importantes que
por derecho constitucional le corresponde a la propia sociedad en la que, además,
han reducido la participación democrática de los ciudadanos en la cosa pública a
votar cada cuatro años, lo que nos convierte en corresponsables de la situación
creada. El liberalismo oculta una forma totalitaria disfrazada de
libertad, que destruye la dignidad y la moral de las personas. Esa destrucción
es obra de la técnica y del mercado, que oprimen al individuo a través de la
producción, el consumo, la publicidad y la manipulación ideológica. Por lo
tanto Justicia y Dignidad no encajan en esta categoría.
Según las últimas noticias, catorce (14)
partidos políticos se presentan a las elecciones, organizaciones como las que
se encuentran las señaladas más arriba. Las nuevas organizaciones políticas que
aparecen como regeneradoras de la vida democrática tampoco nos aseguran,
en absoluto, que las políticas sociales o económicas e institucionales del
municipio vayan a mejorar, es más, podrían empeorar en función de las distintas
combinaciones de intereses que puedan realizar entre quienes quieran obtener la
mayoría gobernante, pues, en una mayoría amplia no tienen experiencia en el
mundo de la empresa privada o en campos sociales como las ONGs, laboral o vecinal.
Sin embargo siempre
será positivo para la sociedad apoyar las mismas, antes que apostar por nidos
de intereses políticos que hayan dado cobijo a tránsfugas o a imputados, cuya
cultura social ha sido realizar batucadas o chocolatadas a cambio de asegurar
el voto para su formación política, más aún, cuando han tenido cuatro años para
gestionar la institución en los términos que ahora prometen y, lo que han
realizado es todo lo opuesto de lo que ahora nos vuelven a garantizar, además
de llevarnos a un abismo económico.
Ha sido la falta de
conocimientos, de empatía, los cambalaches y los maquillajes de última
hora los que han hecho posible estos
desbarajustes económicos y de caos institucional cuyas consecuencias conocemos
y que si no somos capaces de mejorar los ingresos económicos tardaremos algunas
décadas en salir de este agujero económico que nos afecta en nuestra vida
social diaria y para ello se hace necesario que la actividad económica funcione,
se atiendan sus demandas y no que se les amordacen y, como hemos podido leer
estos días, se les inviten a cerrar la boca como si de una dictadura se
tratara. Lo que necesita la ciudad de las nuevas formaciones políticas es,
experiencia en estos campos e ideales y no burócratas y palabras sin contenidos,
pues, es curioso que la mayoría de estos nuevos personajes pretendan regenerar
la democracia con el mismo cuento de la vieja política y te digan lo que hay
que hacer, pero no te expliquen ni los criterios ni las partidas económicas que
nos cuesta cada una de esas acciones y consecuentemente del conjunto de los
cambios que dicen o pretenden realizar.
Lo fundamental no es
sólo realizar unas políticas distintas a las actuales, sino si se tiene un
diagnóstico distinto de ciudad que tengan como eje fundamental la cultura y la
educación con programas que prioricen a las personas, las empresas, los
servicios básicos, la reestructuración de la administración y su cualificación
profesional, una reestructuración de los servicios básicos, una estructura
política mucho más aligerada y menos costosa, así como una total transparencia
y participación ciudadana que estimulen el tejido social o una mejor inserción
social de los mayores en la sociedad y todo ello sin aumentar la deuda
acumulada, porque es una de las causas fundamentales para que el municipio
pueda cambiar su fisonomía social, comercial, económica e industrial.
En este sentido
recordar que la realidad de los gastos comprometidos es del 55% del
presupuesto; personal, deuda y gastos financieros que supone unos 44 millones
de euros y todo ello sin los servicios básicos, conservación, patrimonio, infraestructuras
o servicios sociales. Asimismo debemos clarificar que lo que se conoce
públicamente son los gastos por capítulos o bolsas en las que se divide el
presupuesto y no por clasificación de funciones
que es donde verdaderamente se desmenuza o desgrana los gastos presupuestarios,
donde seguramente nos asombraríamos en sus detalles y donde podríamos reconocer
privilegios, gastos superfluos o como ningunean a los ciudadanos que de otra
forma no podríamos observar. Presuponemos que los partidos políticos son
conocedores de los presupuestos de gastos por Capítulos y por Funciones además
de los propios ingresos. De ahí que cada día hurten más debate a los plenos y
lo escondan en las comisiones.
Sin embargo, con
mayorías o minorías, uno de los primeros problemas con que nos encontramos es
que aún no hemos entendido que el diálogo es consustancial con la
democracia; permite la comunicación, el conocimiento, la comprensión, la
empatía y los acuerdos entre las diferentes opciones políticas. Es sin duda el régimen
político el que tiene como vocación el diálogo. Por eso se hace necesario, hoy
más que nunca, fortalecer la cultura política democrática que implica, entre
otras tareas, consolidar el ejercicio del diálogo, como valor y método, de
hacer política cotidiana, como valor ético de la política y como método para
lograr consensos.
Existe,
o mejor, existirá, cultura política democrática cuando las relaciones entre
gobernantes y gobernados, ciudadanos, organizaciones y estado se sustentan en
valores como la igualdad, la libertad, la tolerancia, el pluralismo, la
legalidad, la participación o la solidaridad, como consecuencia del intercambio
de ideas y del arte del diálogo y no de la imposición, pues, alguien dijo que el buen diálogo es aquel que agota el tema sin agotar a sus
interlocutores.
El
filósofo italiano Norberto Bobbio, sobre la responsabilidad intelectual, afirmaba
que siempre estuvo enfrente del monopolio absoluto (totalitario, dictatorial)
del poder y a favor de distribuir y compartir poderes en contextos de
democracia y libertad, a fin de evitar esos grandes omnipotentes superpoderes y,
como resultado, esas situaciones de degradación personal y de negación de los
derechos humanos. Consciente de las limitaciones, incluso escéptico y pesimista
ante los resultados efectivos de esa lucha, sin embargo siempre insistió en
que, a pesar de todo, la primera y principal tarea de los intelectuales es y
debe ser precisamente la de impedir que el monopolio de la fuerza se convierta
también en monopolio de la verdad.
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