martes, 28 de abril de 2015

LA REGLA DEBE DAR PASO A LOS VALORES


La falta de mayorías absolutas va a ser un hecho en la próxima década, por la dispersión del voto el próximo veinticuatro de mayo hacia nuevas formaciones políticas, por el desapego de la sociedad hacia los partidos tradicionales que lejos de administrar el poder delegado de los ciudadanos en las urnas, han empleado las mayorías políticas gobernantes, para realizar o ejecutar a su antojo los intereses que las estructuras orgánicas política imponían, utilizando los instrumentos de la propia administración para llegar a este estado de degradación política, económica y consecuentemente social. 

De ahí el hartazgo ciudadano y la aparición de nuevas organizaciones políticas que siempre son importantes en una democracia representativa, aunque el verdadero problema lo tenemos en una ley electoral injusta, desproporcionada y cerrada.

De igual modo, las organizaciones políticas aún sin mayorías absolutas han buscado los apoyos necesarios, de acuerdo con la ley electoral, como para que distintos grupos políticos hayan buscado la misma mayoría para conseguir los mismos intereses que proporciona el poder como único fin. Así hemos podido ver lo fácil que ha sido, para estos grupos, ponerse de común acuerdo aún de signos aparentemente distintos entre sí porque lo importante eran sus cambalaches, no así el programa social y económico en torno al cual formar gobierno que ayude a cambiar o mejorar la ciudad, donde cada grupo podía desde sus parcelas de poder atender a sus propios intereses de partido. De ahí que hayamos podido visualizar como el transfuguismo político y los grupos que les acogen así como los imputados por los jueces de instrucción hayan venido ejerciendo sus funciones como si esa actitud fuese lo normal en un estado democrático y todo ello por la falta de ideales y ética política de las distintas organizaciones políticas por las que se presentan y que han venido desarrollando una labor burocratizada, especulativa, defensoras del liberalismo, la mercadotecnia y de intereses muy personalizados.

De ahí se colige, o mejor, se concluye la generación de la deuda en todas las administraciones públicas o las derivadas de las Cajas de ahorros al servicio de estos. Claro que esta situación ha sido como consecuencia de la tolerancia o mejor desvinculación de los ciudadanos para dejar en manos de los políticos y sus formaciones, las decisiones importantes que por derecho constitucional le corresponde a la propia sociedad en la que, además, han reducido la participación democrática de los ciudadanos en la cosa pública a votar cada cuatro años, lo que nos convierte en corresponsables de la situación creada. El liberalismo oculta una forma totalitaria disfrazada de libertad, que destruye la dignidad y la moral de las personas. Esa destrucción es obra de la técnica y del mercado, que oprimen al individuo a través de la producción, el consumo, la publicidad y la manipulación ideológica. Por lo tanto Justicia y Dignidad no encajan en esta categoría. 

Según las últimas noticias, catorce (14) partidos políticos se presentan a las elecciones, organizaciones como las que se encuentran las señaladas más arriba. Las nuevas organizaciones políticas que aparecen como regeneradoras de la vida democrática tampoco nos aseguran, en absoluto, que las políticas sociales o económicas e institucionales del municipio vayan a mejorar, es más, podrían empeorar en función de las distintas combinaciones de intereses que puedan realizar entre quienes quieran obtener la mayoría gobernante, pues, en una mayoría amplia no tienen experiencia en el mundo de la empresa privada o en campos sociales como las  ONGs, laboral o vecinal. 

Sin embargo siempre será positivo para la sociedad apoyar las mismas, antes que apostar por nidos de intereses políticos que hayan dado cobijo a tránsfugas o a imputados, cuya cultura social ha sido realizar batucadas o chocolatadas a cambio de asegurar el voto para su formación política, más aún, cuando han tenido cuatro años para gestionar la institución en los términos que ahora prometen y, lo que han realizado es todo lo opuesto de lo que ahora nos vuelven a garantizar, además de llevarnos a un abismo económico.

Ha sido la falta de conocimientos, de empatía, los cambalaches y los maquillajes de última hora  los que han hecho posible estos desbarajustes económicos y de caos institucional cuyas consecuencias conocemos y que si no somos capaces de mejorar los ingresos económicos tardaremos algunas décadas en salir de este agujero económico que nos afecta en nuestra vida social diaria y para ello se hace necesario que la actividad económica funcione, se atiendan sus demandas y no que se les amordacen y, como hemos podido leer estos días, se les inviten a cerrar la boca como si de una dictadura se tratara. Lo que necesita la ciudad de las nuevas formaciones políticas es, experiencia en estos campos e ideales y no burócratas y palabras sin contenidos, pues, es curioso que la mayoría de estos nuevos personajes pretendan regenerar la democracia con el mismo cuento de la vieja política y te digan lo que hay que hacer, pero no te expliquen ni los criterios ni las partidas económicas que nos cuesta cada una de esas acciones y consecuentemente del conjunto de los cambios que dicen o  pretenden realizar.   

Lo fundamental no es sólo realizar unas políticas distintas a las actuales, sino si se tiene un diagnóstico distinto de ciudad que tengan como eje fundamental la cultura y la educación con programas que prioricen a las personas, las empresas, los servicios básicos, la reestructuración de la administración y su cualificación profesional, una reestructuración de los servicios básicos, una estructura política mucho más aligerada y menos costosa, así como una total transparencia y participación ciudadana que estimulen el tejido social o una mejor inserción social de los mayores en la sociedad y todo ello sin aumentar la deuda acumulada, porque es una de las causas fundamentales para que el municipio pueda cambiar su fisonomía social, comercial, económica e industrial. 

En este sentido recordar que la realidad de los gastos comprometidos es del 55% del presupuesto; personal, deuda y gastos financieros que supone unos 44 millones de euros y todo ello sin los servicios básicos, conservación, patrimonio, infraestructuras o servicios sociales. Asimismo debemos clarificar que lo que se conoce públicamente son los gastos por capítulos o bolsas en las que se divide el presupuesto y no por clasificación de funciones que es donde verdaderamente se desmenuza o desgrana los gastos presupuestarios, donde seguramente nos asombraríamos en sus detalles y donde podríamos reconocer privilegios, gastos superfluos o como ningunean a los ciudadanos que de otra forma no podríamos observar. Presuponemos que los partidos políticos son conocedores de los presupuestos de gastos por Capítulos y por Funciones además de los propios ingresos. De ahí que cada día hurten más debate a los plenos y lo escondan en las comisiones. 

Sin embargo, con mayorías o minorías, uno de los primeros problemas con que nos encontramos es que aún no hemos entendido que el diálogo es consustancial con la democracia; permite la comunicación, el conocimiento, la comprensión, la empatía y los acuerdos entre las diferentes opciones políticas. Es sin duda el régimen político el que tiene como vocación el diálogo. Por eso se hace necesario, hoy más que nunca, fortalecer la cultura política democrática que implica, entre otras tareas, consolidar el ejercicio del diálogo, como valor y método, de hacer política cotidiana, como valor ético de la política y como método para lograr consensos. 

Existe, o mejor, existirá, cultura política democrática cuando las relaciones entre gobernantes y gobernados, ciudadanos, organizaciones y estado se sustentan en valores como la igualdad, la libertad, la tolerancia, el pluralismo, la legalidad, la participación o la solidaridad, como consecuencia del intercambio de ideas y del arte del diálogo y no de la imposición, pues, alguien dijo que el buen diálogo es aquel que agota el tema sin agotar a sus interlocutores.

El filósofo italiano Norberto Bobbio, sobre la responsabilidad intelectual, afirmaba que siempre estuvo enfrente del monopolio absoluto (totalitario, dictatorial) del poder y a favor de distribuir y compartir poderes en contextos de democracia y libertad, a fin de evitar esos grandes omnipotentes superpoderes y, como resultado, esas situaciones de degradación personal y de negación de los derechos humanos. Consciente de las limitaciones, incluso escéptico y pesimista ante los resultados efectivos de esa lucha, sin embargo siempre insistió en que, a pesar de todo, la primera y principal tarea de los intelectuales es y debe ser precisamente la de impedir que el monopolio de la fuerza se convierta también en monopolio de la verdad.

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