El próximo día 7 de Noviembre los Sindicatos han declarado esa fecha, día mundial del trabajo digno, así como oponerse a la directiva de las 65 horas como referente europeo. Esperamos equivocarnos, pero la impresión que existe es que esta jornada de lucha es una fecha, más testimonial que de compromiso sindical.
La Organización Internacional del Trabajo fue creada en 1919, como parte del Tratado de Versalles que puso fin a la primera Guerra Mundial, a fin de reflejar la creencia de que la paz universal y duradera sólo puede lograrse si se basa en la justicia social. Dice que el trabajo decente refleja las preocupaciones de gobiernos, trabajadores y empleadores que dan su singular identidad tripartita. Señala que el trabajo decente resume las aspiraciones de las personas en su vida laboral, sus aspiraciones en relación a oportunidades e ingresos, derechos, voz y reconocimiento, estabilidad familiar y desarrollo personal, justicia e igualdad de género.
El trabajo decente puede ser sintetizado en cuatro objetivos: principios y derechos fundamentales en el trabajo y normas laborales internacionales, oportunidades de empleo e ingresos, protección y seguridad social y diálogo social.
La falta de acuerdo entre los representantes de la eurocámara y de los gobiernos de la UE, en la ronda final de negociaciones ha provocado que, tras cinco años de debates, se abandone definitivamente la norma que situaba la jornada laboral máxima en 65 horas semanales. Ello significa que seguirá vigente la legislación actual europea, sobre tiempo de trabajo, que fija una jornada laboral de 48 horas semanales, aunque se contempla la posibilidad de excepciones mediante un acuerdo individual entre empresario y trabajador. Estas excepciones en la práctica permiten trabajar hasta 78 horas semanales, en la actualidad quince de los veintisiete países miembros las utilizan especialmente en sectores con guardias como sanidad o bomberos.
De acuerdo con los principios que dieron origen a la OIT, es una verdadera vergüenza que esa propuesta haya sido aprobada por los ministros europeos y que las organizaciones y partidos progresistas auténticos, no fueran capaces de movilizar a trabajadores y ciudadanos europeos para neutralizar esta medida regresiva. Aunque es verdad que los ministros de España junto al de Chipre, Hungría, Bélgica y Grecia se abstuvieron en aquella votación cualificada, también es verdad que en vez de la abstención, hubiera quedado mucho más clara la voluntad política, de estos gobiernos, votando en contra de la cuestionada medida.
Creemos que una vez rechazada la propuesta, por la falta de acuerdo entre el parlamento y los gobiernos de la UE sobre la jornada laboral europea de 65 horas, parece claro que no tiene sentido que, los representantes de los sindicatos, pretendan manifestarse a raíz de haberse conocido el dictamen europeo y no antes combatiendo y explicando ese atropello laboral.
No estamos en contra que se señale un día para el trabajo digno, siempre y cuando interese a un fin concreto, sin embargo y salvo que hayamos perdido la perspectiva, ese debe ser el objetivo fundamental, de los que son representantes de los trabajadores, en su actividad cotidiana situando la justicia social en el centro de las políticas económicas y sociales.
Cuando entendamos que los Sindicatos son herramientas, para transformar la realidad social y política, que están al servicio de los trabajadores y que en ningún caso son una gestoría laboral, como algunos piensan, entonces seguramente nos volveremos a movilizar solidariamente y podamos crear las condiciones adecuadas, para que el trabajo digno sea una realidad social.
Quizás, entonces, cuando hayamos comprendido que los Sindicatos no son más que una asociación de trabajadores con unos objetivos y fines comunes, nos impliquemos responsablemente y colectivamente en la lucha sociolaboral para que no se continúe degradando nuestros derechos sociales y laborales.
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