En el prólogo de la cuarta edición alemana (1930) de Silvio Gesel, teórico económico que concibió y desarrolló sus ideas de libre economía en su libro "El Orden Económico Natural", publicado en Buenos Aires en 1936, se decía en relación al análisis sobre la salida económica de la segunda guerra mundial: “los partidos políticos, todos sin excepción, carecen de programa económico y se mantienen sólo a fuerza de frases”. Se decía también, que el capitalismo debe modificarse, ya lo reconocen los mismos capitalistas.
Esta sentencia si no tuviese más de setenta años, diríamos que está dirigida a la situación actual mundial. Aquí las frases pronunciadas, por el gobierno desde hace más de dos años, son “vamos a salir de la crisis y lo vamos a hacer juntos”, aunque al mes siguiente las cifras de paro pusieran en ridículo la afirmación: “ya hemos tocado fondo”. La oposición por su parte aprovecha la situación, además de descalificar al gobierno, para atacar sistemáticamente a los sindicatos como si éstos fuesen los culpables de esta situación y consecuentemente los responsables de crear las condiciones económicas adecuadas para superar la crisis e intentar sacar réditos capitalistas.
Estamos en un mercado único y no se responde con políticas coordinadas que creen sinergias sino todo lo contrario buscando cada uno su propia salvación. En este sentido, debemos decir que desconocemos lo que pretende o persigue gobierno y oposición en la mesa de negociación de los sindicatos. Pues que sepamos desde la última crisis económica, presidida por Felipe González Márquez, se establecieron nuevos contratos de trabajos más baratos o contratos basura como se les llamó, subvencionados con los impuestos como beneficios empresariales y que han seguido vigentes a pesar de los crecimientos económicos sostenidos habidos; contratos para trabajos por horas, para sustitución de vacaciones, para la formación, para la investigación, etc., etc.
Por tanto lo que aparentemente se persigue por estos políticos es continuar alimentando al sistema capitalista, culpabilizando y esclavizando cada vez más a los sindicatos y por extensión a los trabajadores, cuando no han sido capaces de establecer políticas coordinadas europeas que aseguren la presunta salida de la crisis, pues para eso suponemos que estamos en un mismo proyecto común que ha cedido parte de su industria.
Cuando ha existido un ataque partidista sin precedentes contra los sindicatos, intentando mediatizar a toda la sociedad, descalificándolos con aparentes beneficios gubernamentales a través de subvenciones, que solo buscan desacreditarlos socialmente para conseguir sus objetivos y cedan al chantaje para reducir o limitar los derechos de los trabajadores ya sean económicos o sociales, así podemos darnos cuenta de su catadura moral y a quienes defienden verdaderamente estos personajes, claro que supuestamente estarían mucho más cómodos si no existieran los sindicatos. En todo caso, desbaratar esas corrientes de opinión debería ser bastante fácil, sólo debemos preguntarnos si los beneficios laborales, sociales y económicos de los que todavía disfrutan la inmensa mayoría de los trabajadores a través de los convenios colectivos o de rama, nos han caído del cielo o es el resultado de la intervención de los sindicatos para arrancárselos a nuestros gobernantes y/o empresarios, con el apoyo de la sociedad.
Parece que los unos y los otros tienen razones suficientes para dar un discurso que se aleje de la falta de credibilidad creciente que tienen en función de sus responsabilidades, no obstante saben que la solución al problema no pasa por los acuerdos que se consigan con los sindicatos. Si la iniciativa privada no invierte es porque no existe un escenario adecuado y de confianza, no disponen de los créditos necesarios o porque el consumo o la exportación no funcionan. En ningún caso por contratos laborales más baratos.
Por ello es verdaderamente intolerable que gobierno y oposición pretendan cargar la crisis sobre los trabajadores y por el contrario la banca y las grandes compañías continúen con beneficios astronómicos, sin que se tomen medidas contra los sistemas financieros y las grandes compañías, puesto que en las épocas de bonanzas económicas se le facilitaban liquidar trabajadores cualificados con cincuenta y dos a cincuenta y ocho años, como si el país tuviese materias primas o riquezas suficientes, como para desprenderse de miles de trabajadores como ha venido ocurriendo.
Claro, ahora nos dicen que la jubilación será a los sesenta y siete años para que sea viable la seguridad social y que los planes de pensiones son la alternativa complementaria a esas pensiones, estrategia empleada por Felipe González en su etapa de apuro económico. Lo que no dicen es que los planes de pensiones cotizan en bolsa y por tanto quienes dispongan de uno de esos planes han perdido la mitad de los recursos que tenían antes de empezar la crisis. Como podemos observar setenta años más tarde el capitalismo sigue sin reconocer que el sistema debe ser modificado.
Por supuesto que las teorías económicas de Silvio Gesel en “El Orden económico natural” no tienen nada que ver con las teorías J. M. Keynes o con situación, ingresos, recursos o costos. Es una toma de conciencia sobre la posibilidad real de que otra economía es posible y la cita sólo ha servido para manifestar lo que una mayoría social conoce.
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