El mito del “modelo social europeo” fue roto por la mayoría de los gobiernos neoliberales europeos en el tratado de Maastricht y que siguen dominando la Unión Europea. De hecho la mayoría conservadora y los liberales son quienes tienen la mayoría de la cámara europea para determinar y condicionar la vida social y política de los trabajadores y que en todo caso son quienes mejor representan los intereses de las rentas del capital, ejemplo de que todo se puede comprar, vender o privatizar lo podemos confrontar con la directiva de servicios del Holandés Bolkestein. Quién no recuerda el discurso de “otra Europa es posible” surgido de los foros sociales europeos y de crítica común al proyecto del tratado constitucional neoliberal del que no se fue capaz de articular un discurso alternativo de construcción europea para trabajadores y ciudadanos de todos los pueblos.
Decir que estamos ante una depresión o recesión económica derivada por los libertinajes del liberalismo del mercado el cual pretende regularse, por las leyes del propio mercado, es decir, por la oferta y la demanda, ha puesto en solfa la estructura económica y social mundial, parecería que nadie, a estas alturas, tuviera ninguna duda. Para sostenerlo y mantenerlo los gobiernos y miembros de la Unión Europea han invertido en el sistema financiero 900 mil millones de euros. Para que luego digan, esos mismos caníbales económicos, que no hay dinero para solucionar el problema del hambre en el mundo y que según la FAO con 30 mil millones de dólares serían suficientes.
Se decía, desde nuestras instituciones nacionales, a propósito de la citada crisis que se debía poner coto a los sistemas financieros, diversificar las economías del mercado así como incrementar las tecnologías de innovación al servicio de las empresas y aumentar presupuestariamente el capítulo de la investigación y el desarrollo y que en ningún caso serían los trabajadores quienes iban a pagar las consecuencias de la crisis. Sin embargo en vez de resolver lo diagnosticado que sería lo coherente, el gobierno se amolda a los intereses de las oligarquías neoconservadoras de la Europa de los veintisiete. A aquellos que políticamente acomodan las normas para aquellos que dicen que “el mercado lo regula todo”, y que pretenden aprovechar la ciénaga donde nos han metidos, para ir acabando con las reglas laborales y cancelar los derechos sociales, para que sea el mercado laboral quién lo regule todo conforme a sus principios y así someter y esclavizar totalmente a los trabajadores quitándoles su propia dignidad.
De hecho, son gobiernos socialdemócratas y miembros de la Unión europea, a los que los neoconservadores de Europa o EEUU aprovechando el barrizal que generaron y los problemas internos derivados de la situación creada, bien porque presuntamente se falsearan las cuentas públicas o bien porque los señores del mercado entienden que la deuda pública no es compatible con el gasto para la cohesión social en tiempos de crisis, se interesan e invitan a este país para que se apliquen sus propias recetas, a sabiendas de que este estado no está equiparado en gasto social ni laboral en el entorno europeo. En este sentido debemos recordar que después de cinco años de debates y la falta de acuerdo entre los representantes de la eurocámara y los gobiernos de la UE, decidieran no aplicar el aumento de la jornada laboral de cuarenta y ocho horas semanales a sesenta y cinco horas máximas como estaba previsto, para la legislación europea, donde los ministros de España, Grecia, Chipre, Hungría y Bélgica, no fueron capaces de votar en contra y sólo se abstuvieron.
De lo contrario el gobierno y los empresarios deberían explicar el “porqué” antes de la crisis no existían, ni se manifestaban, esos presuntos problemas en la contratación o en los despidos selectivos o colectivos con los contratos laborales actuales o con las jubilaciones y ahora resulta que es el principal problema para que la economía vuelva a funcionar. Claro que puestos a dar explicaciones los más comedidos e interesados han dicho, incluso, que no buscaban un despido más barato, que lo que buscaban era un contrato único y no diez modalidades como existen desde la última crisis económica. Sí, los mismos que el año que viene van a tener unas ganancias iguales a las del año pasado y van a decir que tienen pérdidas, claro que esos personajes no hacen, ni han hecho, sus propuestas en la mesa de la concertación social porque conocen las respuestas de sus propias gestorías laborales y sindicales. Sin entrar en la famosa RIC, el gobierno canario habilitó, en un acuerdo con los sindicatos, una partida económica de unos 400 millones de euros, para subvencionar los contratos laborales actuales y ni siquiera se han utilizado, prueba evidente de que el problema de la economía pasa por otros motivos que los que están demandando.
A los que no arriesgan un duro, tampoco le hemos visto reclamar al gobierno con la misma vehemencia, que se les ponga límites al mercado financiero para que la sociedad y las empresas obtengan más crédito, ni tomar iniciativas para la diversificación de las economías de la que tanto hablan y por consiguiente puedan invertir, ni demandar medidas para gravar la especulación o las economías importantes, ni siquiera han demandado la simplificación de las administraciones pública para los ciudadanos y las propias empresas y así un largo etc., como si éstas vivieran al abrigo de las propias subvenciones institucionales que tanto han criticado en estos últimos meses en relación a los sindicatos.
La paradoja de esta situación está en que del discurso neoliberal europeo, aplicado por este gobierno con su reforma laboral, se han impregnado las propias clases medias trabajadoras surgidas de las reformas laborales y sociales, reivindicadas por los movimientos sociales de los años ochenta, sin que éstos tengan conciencia que este país va a retroceder décadas en derechos socio laborales con la cuestionada reforma. Del socavón de los Convenios Colectivos del sector y sus consecuencias, por la debilidad sindical en las empresas, nos ocuparemos en profundidad en otro momento y una vez pase el trámite parlamentario.
El último argumento manejado por el gobierno, para aplacar a los caníbales financieros y defender su reforma laboral ante la sociedad, ha sido la productividad. Una abstracción sin contenido argumental que lo avale y, como si los trabajadores españoles fuesen unos vagos, como si la responsabilidad en la falta de valor añadido del producto fuera un problema de los trabajadores en dependencia a los contratos existente. Cuando el sentido común nos dice que la productividad tiene que ver con; la organización de las empresas, los resultados alcanzados y los recursos utilizados, las amortizaciones y la conservación de las máquinas, la introducción de las innovaciones tecnológicas o la formación entre otros factores, para conseguir ser más eficaces en los tiempos de respuestas así como reducir los costos productivos y de recursos para obtener mayores productividades, pero ninguno de estos vectores están relacionados con los trabajadores y por tanto con los contratos leoninos vigentes sino con la gestión de las empresas.
Pero además, la proyectada reforma del mercado de trabajo, digan lo que digan y quién lo diga, no sirve para crear empleo porque, entre otras cosas, no se inscribe en ninguna estrategia para la recuperación económica como hemos podido distinguir. Sólo sirve, sin más, para liquidar trabajadores más baratos y en todo caso para disponer de todas las condiciones de abaratamiento del trabajo para cuando comience la recuperación económica. Tal es así, que ninguno de los países de los veintisiete se ponen de acuerdo para ponerle fecha al momento de la tan mencionada recuperación económica porque, entre otras cosas, no existe trasparencia informativa entre los países y los sistemas financieros que generaron la actual crisis y por tanto desconocen el grado de infección que tienen el propio sistema europeo.
Para concluir, debemos convenir que, para ejecutar este programa de recortes sociales y de abaratamientos laborales cualquier gobierno, sea de derechas o socialdemócrata, puede ser perfectamente intercambiable en la aplicación de estas medidas, aunque hoy al igual que ayer han sido gobiernos socialdemócratas los que han realizado este “trabajo” a los neoconservadores, lo cual nos debe llevar a una profunda reflexión ideología, pues algunos personajes de la ultraderecha hace algunos años se aventuraron a decir que, con la caída del muro de Berlín, se habían acabado las ideologías, como si un muro, para la vergüenza y la indignidad de las personas, pudieran acabar con el estado de bienestar o limitar la utopía de los librepensadores.
Como diría el Nobel, José Saramago, la sociedad debe aullar y aullar bien alto, frente a estos atropellos, para que se nos oiga a ambos lados del atlántico y rechazar las políticas neoliberales y a aquellos políticos que se prestan a ser los capataces del capitalismo
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