lunes, 16 de agosto de 2010

HOY, AL IGUAL QUE AYER

Tenía entendido que la política es el arte de transformar y mejorar el lugar donde te desenvuelves para adecuarlo en aquello que aspiras como colectivo social. Consecuentemente debe ser la herramienta democrática necesaria para lograr una ciudad o un país conforme a los ideales e intereses de los ciudadanos. Sin embargo nos podemos encontrar con que el programa electoral de la mayoría de los partidos políticos que se presentan a las elecciones o, no se corresponde con el programa de gobierno cuando ganan las elecciones, se incumple en los aspectos sociales más importantes y de interés general, cuando ello sólo sería admisible en el caso de un gobierno que no obtuviera la mayoría y precisara de otro para gobernar.

Si, a esta referencia, le unimos las contestaciones que te proporcionan esos partidos una vez que están en el poder establecido, a los que se atreven a plantear cambios que mejoren su entorno social e institucional con las herramientas democráticas que nos hemos dado, a los que les dicen que son unos anti-sistemas como argumento para descalificar el cambio propuesto y no tutelado, como si el poder para estos personajes no fuese temporal y democrático sino más bien hereditario. Es por ello que, hoy al igual que ayer, a la pregunta del “porqué las cosas son así y no pueden cambiarse”, te responden como si la voluntad emanase de arriba hacia abajo y no al revés, lo que te hace intuir que muchos de los componentes de estos partidos políticos o no se han dado cuenta que el voto sólo es válido durante cuatro años o están enfermos de poder. Como si las normas, reglas o criterios no pudieran cambiarse en un estado de derecho siempre, claro está, que exista una mayoría social que lo avale con argumentos.

Los representantes de los partidos políticos son en todo caso un fiel reflejo de la sociedad en la que vivimos, de ahí que no debamos separar ambas realidades. Debemos admitir que somos nosotros, la sociedad, la que avala, consiente y protege éste tipo de argumentos y acciones, puesto que a pesar de que todavía estamos lejos de una democracia avanzada socialmente en la que los ciudadanos puedan fiscalizar las acciones de los partidos políticos en las instituciones públicas, con nuestro voto estamos fortaleciendo y amparando en el poder este tipo de conductas, personajes y partidos que denigran nuestro estado democrático.

En los tiempos pasados se decía, como dogma, que los medios de comunicación servían para informar, formar y educar. Así y todo hay quienes, aún hoy, reclaman esta etiqueta como auténtica cuando nunca fue cierto ya que lo único que ocultaban bajo aquella ceremonia era la propaganda institucional y gubernamental del antiguo régimen y no precisamente para informar o denunciar los desmanes políticos o sociales de entonces. Hoy, al igual que ayer nos podemos encontrar que cualquier gobierno democrático, con cualquier pretexto, fomente sus propias emisoras de TV o radio gubernamental para instrumentalizar sus propios contenidos informativos en un mercado de libre competencia, con lo cual deberíamos preguntarnos qué concepto de pluralidad política y social tienen esos gobiernos y en qué se está cambiando cuando se está favoreciendo los mismos tics que en el pasado hacía el antiguo régimen. De hecho no se ha desarrollado aquel pensamiento demagógico, a pesar de la propagación de empresas que se dedican al sector de las comunicaciones, puesto que quién tenga algo que decir que no sea política partidaria encuentra muy pocos medios verdaderamente independientes en esas empresas democráticas de la información.

La cultura del pelotazo y la imagen de gomina a la que se le dio notoriedad hace algunos años aún continúan vigente a pesar de que ese modelo distinguido social y políticamente, fue a parar a la cárcel, pues hoy, al igual que ayer, continúan estando muchos de los componentes de los partidos políticos llenando de noticias las páginas de los periódicos, sobre las distintas presuntas corruptelas de sus actos sin que sean capaces de tomar medidas las direcciones de los partidos políticos que impidan este tipo de conductas y limpien la vida política de estas miserias humanas, con la excusa de que sean los tribunales de justicia quienes diriman estas cuestiones, cuando a la política se viene de forma voluntaria y supuestamente para transparentar y cambiar las situaciones que no nos gustan y no para crear sombras o dudas que diluyan las reglas y que además su nefasta gestión la tenga que pagar el ciudadano. Estos comportamientos hacen que los ciudadanos recelen de la mayoría de los políticos y del sistema de listas cerradas de los partidos.

La falta de una masa social crítica que se ha venido diluyendo desde finales de los noventa en todos los ámbitos de nuestra sociedad es la respuesta y la responsable del deterioro del actual sistema institucional y democrático e indirectamente del contexto actual socioeconómico, donde se han relativizado, flexibilizado o suprimido reglas que han permitido una especulación y un capitalismo salvaje, al igual que se permite que entre lo que se dice y lo que se hace no exista ninguna concordancia y que en ningún caso se demande ningún costo político, para aquellos partidos, con independencia del costo penal al que sean sometidos según la supuesta falta. De ahí que la sociedad en los últimos años no ha tenido un papel activo y relevante en este estado social y de derecho, ya sea: en el trabajo o la empresa, en la universidad o en la educación, en el gobierno o en el municipio y ha permanecido impasible dejando a otros la responsabilidad y la tarea de todos los problemas que nos afectan y que nos deben interesar, como si éstos no nos pudiera lesionar nuestros derechos.

Las consecuencias de este caldo de cultivo frente al sistema las conocemos y las estamos padeciendo, de ahí que lo pasado sólo nos deba interesar para analizar y corregir los errores aunque todavía, en medio de estas aguas revueltas, nos encontramos que los sistemas financieros a los cuales se les ha ayudado con impuestos de la sociedad para no provocar un desplome económico y social mundial, los poderes políticos no han sido capaces de imponer unas pautas más estrictas a esos sistemas económicos, incluida la devolución de esos impuestos, tal y como se había anunciado, para que encima éstos no faciliten que la economía funcione para la mayoría de la sociedad, sino que además requieran que, como trabajadores, paguemos un precio por volver a incorporarnos al sistema productivo y reduzcamos los derechos sociales y laborales. Así pues, nos encontramos que mientras los EEUU le ponen reglas a los sistemas financieros, en UE aprovechan para que se ejecuten estos ajustes laborales y sociales por nuestros capataces políticos y cuyos efectos veremos a partir del 2011, siempre, claro está, que no reclamen nuevos sacrificios a los más perjudicados.

Si, como se ha dicho, la política es el arte de transformar y mejorar el lugar o el país donde te desenvuelves para adecuarlo a las condiciones sociales, laborales o estructurales que aspiras como colectivo social y no lo conseguimos, es que estamos permitiendo que los “sistemas políticos y económicos” anulen nuestra voluntad social e impongan sus intereses lo cual invalida las pretensiones anunciadas y, como diría Mafalda, “resulta que si uno no se apura a cambiar el mundo, después es el mundo el que lo cambia a uno”.

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