miércoles, 4 de febrero de 2015

ENTRE LA CASTA Y LA CASPAÑA


Decía el autor inglés  de un mundo feliz Aldous  Huxley,  que  cuanto más siniestros son los deseos de un político, más pomposa se vuelve la nobleza de su lenguaje. De ahí que no podamos dejar de asombrarnos por las mentiras cotidianas que fabrica el poder con la intención de esconder la realidad, con la anuencia de los medios de comunicación. Cuando dicen defender el interés general lo que se puede apreciar es que los beneficiados son unos pocos con mucho dinero. 

Son los administradores de la sociedad los que se creen los dueños del sistema y del poder y lo adaptan a sus propios aparatos de poder. Son los que con sus mentiras nos endeudan, los que con sus mentiras privatizan lo público, con el argumento que lo privado funciona mejor y es mucho más barato, son los que con sus mentiras socializan las pérdidas y privatizan los beneficios, son los que convierten la deuda privada en pública, para que sea pagada por las capas más modestas de la sociedad. Lo que tratan de hacer con tantas y tan variadas mentiras es distorsionar la realidad para conseguir sus objetivos. 

Son esos administradores de la sociedad los verdaderos especuladores porque son los que con sus leyes y normas dan los derechos para que los ricos paguen pocos impuestos y a los pobres se les puedan desalojar de sus casas y paguen más impuestos, son los que con sus normas y leyes facilitan la precariedad laboral, los que privatizan la sanidad, la educación o reducen las becas.

Son los que realizan administraciones complejas regidas fundamentalmente por organigramas jerárquicos de tipo piramidal, propicias claro está, para hacer y deshacer a su antojo, sin consultar a la gente, con la excusa de que se trata de decisiones complejas técnicamente, con el verdadero objetivo de hurtar el debate a la gente y así tomar decisiones que favorecen los intereses de determinados grupos de presión.

Son los que eliminan los controles plurales e independientes y crean comisiones por ellos mismos convirtiéndose en jueces y parte, son los que utilizan las mayorías para distorsionar la realidad de las cosas, para eliminar la transparencia y consecuentemente facilitar todos los latrocinios como si la mayoría fuese un valor democrático, pues en vez de facilitar la transparencia, es la censura y la opacidad la que imponen los gobiernos neoliberales alrededor del mundo, que son los que elaboran normas y leyes para amordazar a sus ciudadanos o para que la justicia no sea gratuita.  

En este sentido, los movimientos sociales o, lo que es lo mismo, a los descontentos populares, que no comparten este estado de cosas, le han tomado buena nota de sus acciones y han diseñado un traje a medida para terminar con sus movilizaciones, las faltas, que hasta ahora se incluían en el Código Penal y por tanto eran sancionadas con intervención judicial, pasan a ser castigadas con multas administrativas en las que no hay intervención judicial. 

De esta forma la nueva Ley sancionará administrativamente, sin las garantías para el ciudadano que hasta ahora otorgaba un juicio, bastando la palabra de un policía para hacer efectiva una sanción. Hay que tener en cuenta que, en los últimos meses, los jueces han venido dando sistemáticamente la razón a los ciudadanos tanto en las manifestaciones no autorizadas cerca del Congreso como en los escraches contra políticos. Ahora el Gobierno elimina el papel de los jueces, si bien los ciudadanos podrán acudir a la vía judicial para recurrir la sanción administrativa, previo pago de las tasas judiciales. 

Entre otras acciones, no se podrán grabar actuaciones de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad ni compartirlas en redes sociales. Si hay violencia policial debe quedar en la estricta intimidad e impunidad. Tengamos cuidado de que sus expresiones no supongan una ofensa a España a juicio de la autoridad competente así que digan que recitaban a Lorca o Machado por si acaso. Tampoco perdamos el DNI ni dejen que se lo sustraigan tres veces en cinco años porque será multado o llévelo siempre atado al cuello. Las faltas muy graves se sancionarán con, entre 30.0001 euros a 600.000 euros; las graves con, entre 601 euros y 30.000 euros y las leves con, entre 100 y 600 euros.

Tampoco la imposición de tasas para acceder a la Justicia, que obliga a pagar por primera vez a los ciudadanos de una unidad familiar que ingrese más de 15.975 euros y que acudan a la Justicia, donde en la Jurisdicción Contencioso Administrativa, el procedimiento abreviado cuesta 200 euros y el ordinario, 350. El recurso de apelación supone 800 euros y el de casación, 1.200. Jurisdicción Civil. El juicio verbal supone 150 euros; el ordinario, 300; el proceso monitorio, 100; las ejecuciones, 200, y los concursos, 200. Además, el recurso de apelación supondrá pagar 800 euros y, el de casación, 1.200 euros. Jurisdicción Social. El recurso de suplicación cuesta 500 euros y el de casación, 750.

Son los amantes de los tutelajes y las manipulaciones, los de la porra y el uniforme los responsables directos del tic tac. 

Decía D. Benito Pérez Galdós en 1912 en un artículo que el escritor publicaba hace ahora más de cien años su visión del momento político de aquel entonces, (Sic) los dos partidos que se han concordado para turnarse pacíficamente en el Poder son dos manadas de hombres que no aspiran más que a pastar en el presupuesto. Carecen de ideales, ningún fin elevado los mueve, no mejorarán en lo más mínimo las condiciones de vida de esta infeliz raza, pobrísima y analfabeta. Pasarán unos tras otros dejando todo como hoy se halla y llevarán a España a un estado de consunción que, de fijo, ha de acabar en muerte. No acometerán ni el problema religioso, ni el económico, ni el educativo, no harán más que burocracia pura, caciquismo, estéril trabajo de recomendaciones, favores a los amigotes, legislar sin ninguna eficacia práctica, y adelante con los farolitos. Si nada se puede esperar de las turbas monárquicas, tampoco debemos tener fe en la grey revolucionaria. No creo ni en los revolucionarios de nuevo cuño ni en los antediluvianos. La España que aspira a un cambio radical y violento de la política se está quedando, a mi entender, tan anémica como la otra. Han de pasar años, tal vez lustros, antes de que este Régimen, atacado de tuberculosis étnica, sea sustituido por otro que traiga nueva sangre y nuevos focos de lumbre mental.

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